Recibo el sol, deslumbra pero no calienta; al final es algo que no me importa. Volteo y detecto el silencio, nada ha sucedido y, a la vez, todo ha pasado. El tacto perdido, desapercibido e incontrolado; el tiempo que hace ruido, el gusto que genera sonidos y yo apartado… totalmente apartado.
Ajeno al rayo lo recibo, disturbios lejanos que permiten la comprensión de lo aprendido. He decidido no moverme, aguantar la respiración, y comprobar si con el reflejo bulbar sigo vivo. Intacto e imperceptible, no sé si existo.
Giro mi cabeza y hay vacío, al principio obscuro y, al enfocar lentamente, se convierte en dolor. No lo siento, me pellizco: nada, no hay dolencia. Mi mente lúcida y pensamiento coherente. ¿Del lenguaje? imposible decir puesto que no hay escucha, supongo que seguirá presente. Grito en silencio y callo con clamor, ni un rezo emito, no se merece.
Me despierto o acaso ¿ya lo estaba? Me levanto aún estando de pie.
Y al final de todo:
Es un día más…