El amor eterno no existe, es una simpleza identificarse con lo contrario.
A lo lejos le observo, de piel dulce y tenue; su sonrisa es pausada y lejana, sus pensamiento revuelan con el viento. Sentada y en reposo… ella pensaba.
A caso seguiré en su memoria -pregunté hacia adentro-
Perdido en mi pérdida me he deshecho de ataduras, de sentimientos infundados creados por satisfacción. Me di cuenta que la felicidad no se crea ni se infunde, es solo un escalón forzado para la muerte espiritual.
Volteó y me vio con desdén, siguió pensando en el menosprecio que me infundió. Entre abrió sus labios y agachó la cabeza sin dejar de mirar. Besó su alma y permaneció inmutada.
Ya no me lastimó, no se puede herir en el mismo lugar dos veces. Por más desaire que revele menos interés me genera.
Era bella, si lo era, belleza externa rellena de odio.
Analizando concluí que siempre fui sensato y “amoroso” aunque el amor eterno no existe.
Lo intenté… desapareció en el desaire.