Tirando anzuelos al aire, al azar; en calma; en espera,
y al final el resultado esperado, preciso… perfecto.
Los peces salen del agua, extienden sus escamas
brincan de alegría ante la idea de ser enganchados,
tras la necedad de dejarse picar, ante su necesidad.
Están satisfechos…han caído nuevamente y, así tal cual,
lo seguirán haciendo, con el mismo ritmo, con la misma frase,
mientras el alba amanezca y el sol ternure mis mañanas; ¡sobre todo!
mientras me mantenga al borde del río de mi existencia.
(en la serie automatismos diarios)
¿Donde estas? que ahora no te veo. Besitos.