La fuerza fué superada, totalmente inhibida, por la falta de voluntad.
Con la cabeza agachada suspiré sin ganas, sin motivación, todo se perdió, todas las esferas se afectaron y no existían, ya, más conceptos para impulsarme, para avanzar. El cielo desapareció y en su lugar el gris del asfalto se convirtió en mi horizonte; sin ruídos, sin pláticas, sin risas; con lágrimas; completamente rutinario. Con las manos temblorosas decidí despedirme. Así, parco, sin mirar arriba, emprendí mi camino… ese día había muerto.
Situaciones que se forman de manera espontánea
Dentro de mí cabía esperanza sin embargo parecía que la ignoraba; o, tal vez, simplemente, la evitaba. Todas las eventualidades deberían de resolverse para, de cierta forma, comenzar a establecer vínculos. Sospeché que era casi imposible reanudar el contacto. Fuí un niño malcriado todo ese tiempo y por mis boberías estuve a nada de generar pérdidas,de producir daños irreparables; heridas sangrantes, llagas con olor a fierro, con sabor a muerte.
Enojo o compromiso, conceptos angustiantes.
Lo intenté todo; iba definitivamente a huír. Y de esta forma avancé con paso lento, abotagado, desganado. Intentando comprender, deseando saber, me urgía aclarar. Supuse que lo lograría, que escaparía de las complejas circunstancias. Y suplicando en angustia, con los ojos cerrados, la soga en el cuello y mi nudo en la garganta, pregunté; y así de simple como las palabras salieron de mis labios, así de fácil volaron de regreso las respuestas…
Un abrazo puede mucho más que mil palabras.
Horas después, o tal vez días… sigo confuso; digamos que momentos después la luz emergió de los “olivos”, como sus ojos, y vislumbré una pequeña esperanza; resucitó la calma; mantuve foco, miré al cielo y agradecí… fuí rescatado. Ese día nací de nuevo.
Hoy, otra vez me despido huyendo de aquel pasado; ahora me aferro al presente esperando futuros de dicha. Estoy clavado en tierra y observo en su misma dirección, nuestras miradas se dirigen al futuro, a un destino claro, marcado por nuestros deseos. Avanzo con aplomo, subsisto; soporto como el hierro y amo en cada momento, en cada día y en cada hora.
Ése fuí yo, éste soy yo…