Palabras clásicas que acompañan mis pesares

indulgencia de vida, comprensión y piedad,

ensimismamiento, añoranza, consuelo sin salida.

Cotejando mis miedos intento superar mis desdichas,

la sobriedad me abraza y en latencia me mantengo… me evalúo.

A través de mi vista juiciosa observo mi mediocridad,

coincido con mis parámetros y reitero mis anhelos y sueños,

como si, con estos miramientos, pudiera devolver el tiempo perdido.

A pesar de todo, la espera me ha calmado induciendo una precocidad interesada,

simpleza tajante, miradas incidentes; necesidad de complicidad ajena.

Catárticos serán aquellos días en los cuales me mire al espejo

y suponga que vivo me mantengo y que los sin sabores se esfumaron;

ahora entiendo que hubiera aprendido a vivir disfrutando logros,

siempre y cuando… ¡palabras clásicas!, replanteo:

si hubiese, en el momento adecuado, escogido el correcto camino.

Nadie lo dijo y nunca nadie lo reiteró, avancé en cegadoras lisonjeras

creyendo en mis pasos, en su constancia, aplomo y su decisión; más,

al paso del tiempo, he llegado a comprender que caminé en círculos;

mi liviano peso y mis ligeros pasos me regresaron a mi comienzo.

Aquí he vuelto y me concentro en partir de nuevo, ¡debo hacerlo!,

intentar iniciar y seguir a mi circunspecto y circular destino.

(en la serie automatismos diarios)