Llegaste, lo sabía, así como lo pensé en la lejanía; en mi soledad. Belleza presente, inmaculada; si… tal cual te recuerdo.
Años han pasado, y tu mirada preserva la simpleza de la niña de antes, aquella imagen que redujo mi mente a sollozos y desesperanzas. Esa dulce sonrisa que me obligó, y aún lo hace, a suspirar caricias.
Ternura opulente, forma que expresa pensamientos y obliga a amarte. Suspiros encarnados por el tiempo y la espera.
Llegaste, me di cuenta que lo sabía desde antes…desde siempre. Y sólo esperando, en ansiedad y decoro; sin deseo, con poco fundamento de conseguir lo deseado o pretendido…esperando (repito) poder encarnar tus labios.
Lo escribo y te pienso, estás aquí como lo has estado por siempre. Y, a la vez, mientras lo pienso las palabras se derraman por mis dedos, lo plasmo deseando así poder hacerlo eterno.
¿Evitar, controlar y olvidar? ¿fluir y dejarme llevar? Mis pensamientos se disgregan, tu presencia se clarifica. Sugieres con miradas y confirmas con palabras. Decido, decidimos.
Llegaste y te abracé con deseo de sentir tus brazos, tu piel y tu cuerpo. Y lo hicimos y nos fusionamos y permanecimos así eternamente por esos instantes.
Y en cada respiro llegas y te encuentro, nos reencontramos y permanecemos atados.
Ahora que llegaste confirmo en silencio, con gritos, te sigo amando y tras mis derrotas he empezado nuevamente a luchar.