Paré y me acerqué, tenía tiempo de no hacerlo; veinte años por lo menos.
Entré, silencio completo y, a diferencia de anteriores tiempos, sentí paz y armonía. Esta atmósfera me motivo a hacerlo.
Me senté y comencé a observar todo a mi alrededor, clavos, mantos, imágenes.
Cerré mis ojos y tu imagen vino directamente a mi mente, tu olor me estremeció y tu tacto produjo lágrimas de alegría.
Me hinqué y, con las palmas de las manos juntas comencé a balbucear con gran fervor creyendo nuevamente.
Oré al final y pedí por tantas cosas que nos afligen pero sobre todo por nosotros para que nos unamos sin jamás volver a separarnos. Si, así, envejeciendo a tu lado.