Traigo el dolor de tu piel y la tristeza de tu semblante,
sonríes sin cuidado… tus labios se han vuelto repulsivos,
con tu mirada trasnochada has agredido mi existencia.
Cráteres de sed sintetizando amoríos
sentimentalismos incluídos, esperas troyanas
aquí, en mi alma, sucede lo imprevisto
y ¡sí!, sin clamor, contrarresto tu ausencia.
En una canción he atado las cuerdas de lo relativo
manteniendo el último aliento en suspenso, estable…
sobrevivir, comprender y, al final, sanar
contando, una a una, las ventajas de mi felicidad.
Comprendo, ahora, los designios de tus imaginaciones.
(en la serie automatismos diarios)